Desigualdad, Hambre y democracia

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03 países latinoamericanos se encuentran entre los 5 más desiguales en la Tierra. Más que los llamados estados del Golfo e incluso Rusia con sus oligarcas.
No hay manera de endulzarlo: la pandemia solo ha empeorado el problema de la desigualdad económica global.
Tal vez en ninguna parte esto sea más cierto que en América Latina, que ha sido nombrada la región más desigual del mundo por, entre otros, las Naciones Unidas y el FMI.
Pero aunque no sea noticia de última hora que las crisis globales aumenten las desigualdades y concentren más riqueza en manos de los ricos, puede que te sorprenda saber dónde es más el caso.
La República Dominicana, Perú y México se encuentran entre los países más desiguales del mundo según las cifras del Laboratorio Mundial de Desigualdad, con el 1% superior de cada país ganando entre el 25-30% de los ingresos totales del país.
Sí, lo has leído bien. El 1% más rico de los mexicanos ganan más de una cuarta parte del flujo monetario en el país; los dominicanos más ricos, casi un tercio.
Los tres países se clasifican sólo por detrás de Mozambique y la República Centroafricana por esta métrica, pero el problema es mucho más profundo en toda la región:
Brasil y Chile también ocupan puntos dolorosamente altos, con alrededor del 22 % de la riqueza de cada país en manos de los ciudadanos más ricos de los países. Esto coloca a estas dos economías principales en algún lugar entre Rusia y varios estados del Golfo que están dirigidos por familias reales o envueltos en una guerra civil.
Fuente: Latinometrics
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¿Y la inseguridad alimentaria?
¿Habrá relación entre desigualdad y la emergencia alimentaria?

El nuevo informe de Naciones Unidas Panorama  de la seguridad alimentaria y nutricional 2022 asegura que el 22,5% de las personas en América Latina y el Caribe no cuenta con los medios suficientes para acceder a una dieta  saludable. En el Caribe, un 52% de la población ha sido afectada por esta situación; en Mesoamérica este número alcanza el 27,8% y en América del Sur el 18,4%.

La publicación informa que 131,3 millones de personas en la región no pudieron costear una dieta saludable en 2020. Esto representa un aumento de 8 millones con respecto al 2019, y se debe al mayor costo diario promedio de este tipo de dieta en América Latina y el Caribe comparado con el resto de las regiones del mundo, llegando en el Caribe a un valor de 4,23 dólares, seguido de América del Sur y Mesoamérica con 3,61 y 3,47 dólares, respectivamente.

La falta de acceso económico o asequibilidad de una dieta saludable observada en toda la región también está asociada a diferentes indicadores socioeconómicos y nutricionales. El informe presenta una clara relación con variables como el nivel de ingresos de un país, la incidencia de la pobreza y el nivel de desigualdad.

El reporte reveló también que el aumento de precios internacionales de alimentos experimentado desde 2020, especialmente después del inicio del conflicto en Ucrania, y el alza en la inflación alimentaria que se encuentra por sobre la general, han incrementado las dificultades para que las personas puedan acceder a una dieta saludable.

El informe además incluye recomendaciones y un análisis de políticas para mejorar la disponibilidad y asequibilidad de alimentos nutritivos, principalmente, a fin de apoyar a las personas más vulnerables y a los hogares de bajos ingresos que gastan una mayor proporción de su presupuesto en alimentos.

“Ninguna política por sí sola puede proporcionar la solución a esta problemática. Es necesario reforzar los mecanismos de coordinación nacionales y regionales para responder al hambre y la malnutrición”, señaló Mario Lubetkin, Subdirector y Representante regional de FAO para América Latina y el Caribe.

“Para contribuir a la asequibilidad de dietas saludables, se requiere crear incentivos para la diversificación de la producción de alimentos nutritivos dirigidos principalmente a la agricultura familiar y productores y productoras de pequeña escala, medidas para la transparencia de los precios de estos alimentos en los mercados y el comercio, transferencias en efectivo y otras acciones como la mejora de los menús escolares”, concluyó Lubtekin.

Las políticas comerciales y de mercados pueden desempeñar un papel fundamental en la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición, ya que a través de una mayor transparencia y eficiencia se reduce la incertidumbre y se mejora la previsibilidad y estabilidad del comercio agroalimentario inter-regional.

“Hablamos de la región del mundo con la dieta saludable más costosa, lo que afecta particularmente a las poblaciones vulnerables —pequeños agricultores, mujeres rurales y poblaciones indígenas y afrodescendientes—, las cuales destinan un mayor porcentaje de ingresos a la compra de alimentos”, dijo Rossana Polastri, Directora regional del FIDA. “Para revertir esta situación, debemos promover soluciones innovadoras que diversifiquen la producción y aumenten la oferta de alimentos saludables y que mejoren el acceso de los pequeños productores a los mercados y los alimentos de calidad”.

En el informe, se describe también cómo han funcionado algunos programas de protección social sensibles a la nutrición y que resultan imprescindibles para apoyar las dietas de la población más vulnerable particularmente en situaciones de crisis.

“La inseguridad alimentaria seguirá aumentando por la crisis de los precios de los alimentos y de los combustibles causada por el conflicto en Ucrania y las secuelas de la COVID-19”, dijo Lola Castro, Directora regional del WFP. “Debemos actuar ya, pero ¿cómo podemos hacerlo? Apoyando a los gobiernos a expandir las redes de protección social porque la pandemia volvió a demostrar que la protección social es útil para mejorar la asequibilidad a una dieta saludable evitando que crisis como esta golpeen aún más a las poblaciones afectadas”.

Otras políticas alimentarias, como el etiquetado nutricional, el subsidio de alimentos  nutritivos y la aplicación de impuestos sobre alimentos de alta densidad energética y mínimo valor nutricional que no contribuyen a dietas saludables, si están bien diseñadas, podrían desempeñar un papel en la asequibilidad de las dietas saludables y prevenir enfermedades relacionadas con el sobrepeso y obesidad.

“Debemos redoblar los esfuerzos para abordar la malnutrición en todas sus formas promoviendo políticas públicas para crear entornos alimenticios saludables, eliminar las grasas trans de producción industrial, implementar el etiquetado frontal de advertencia, regular la publicidad de alimentos no saludables, establecer impuestos a las bebidas azucaradas, y apoyar las políticas de alimentación saludable y actividad física en las escuelas”, consideró la Directora de la OPS, Carissa F. Etienne. “Comprender los factores que determinan las malas prácticas alimentarias es clave para encontrar soluciones y asegurar que todas y todos en la región puedan acceder a una alimentación saludable”, destacó.

Por ejemplo, los países con mayores niveles de pobreza y desigualdad tienden a presentar mayores dificultades para acceder a una dieta saludable. Esto se asocia directamente con una mayor prevalencia de hambre, desnutrición crónica en niños y niñas y anemia en mujeres de 15 a 49 años.

“Para que los niños y las niñas puedan crecer sanos, no sólo es urgente asegurar la disponibilidad de alimentos nutritivos a precios asequibles. También es necesario desarrollar políticas públicas que garanticen una nutrición adecuada, además de consejería nutricional, focalizando acciones en las poblaciones más vulnerables”, señaló Garry Conelli, Director regional de UNICEF para América Latina y el Caribe.

El panorama socioeconómico de América Latina y el Caribe no es alentador; los grupos de población más afectados son los niños y niñas menores de 5 años y las mujeres, pues sufren una mayor prevalencia de inseguridad alimentaria que los hombres.

El Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional 2022 es una publicación conjunta de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA); la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS); el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas.

El número de personas con hambre en la región sigue en aumento

Entre 2019 y 2021, la cifra de hambre en la región aumentó en 13,2 millones, alcanzando un total 56,5 millones de personas con hambre en 2021, situación que también fue afectada por el impacto de la pandemia de la COVID-19. Un incremento liderado por América del Sur, donde 11 millones de personas adicionales padecieron hambre. Entre 2019 y 2021, el hambre alcanzó una prevalencia del 7,9 % en América del Sur, 8,4% en Mesoamérica y 16,4% en el Caribe.

Con respecto a la inseguridad alimentaria moderada o grave, en 2021 el 40,6% de la población regional experimentó esta situación, en comparación a un 29,3% de la población a nivel mundial. La inseguridad alimentaria severa también es más frecuente en la región (14,2%) que en el mundo (11,7%).

Otras cifras presentadas en el informe señalan que la región registra una importante evolución respecto a la prevalencia de la desnutrición crónica en niños menores de 5 años. En 2020, esta cifra fue del 11,3% en América Latina y el Caribe, aproximadamente 10 puntos porcentuales por debajo del promedio mundial. Sin embargo, 3,9 millones de niños y niñas de hasta 5 años padecen sobrepeso.

Fuente: PNUD.

 

¿Y si seguimos así?

Aquí un artículo importante del 2022:

¿Cuánta desigualdad es aceptable en una democracia?

La pregunta se la hacía el economista Anthony Atkinson, gran teórico del estudio de la pobreza y la desigualdad, ante las cifras imperantes en las décadas iniciales del siglo XXI y que no han dejado de crecer y la cuota de desigualdad ha llegado a escala universal (también en el interior de los Estados, casi sin excepción) a límites extremos. Por ejemplo, el 10 % de la población más rica concentra el 56 % de las rentas y 76 % de la riqueza del planeta, mientras que el 50 % de los adultos más pobres –unos 2.500 millones de personas– solo tiene a su alcance el 8 % de las rentas y un 2 % de la riqueza. En otra cuantificación, el 10 % más poderoso del mundo posee el 80 % de todo el patrimonio planetario.

A niveles nacionales, las desigualdades se pasan por alto a menudo en el discurso público, ya que son menos llamativas y visibles que otras cuestiones, pero, sobre todo, son más complejas de tratar. Según el Laboratorio Mundial para Desigualdad (W.I.L.), “las desigualdades no son una fatalidad, pero combatirlas es un desafío gigantesco”. Por eso parece especialmente atinada la declaración del canciller español, José Manuel Albares, a este diario cuando señalaba que uno de los tres ejes de la Cooperación Española, junto a los temas ambientales y los relacionados con la paz, será la acción contra la desigualdad.

Y una consecuencia de la desigualdad, como hemos referido en anteriores artículos, es el hambre. En el orden nacional, además, la desafección hacia la democracia y el crecimiento de los populismos. Cuando los sistemas agroalimentarios son capaces de producir alimentos suficientes para toda la Humanidad, ¿cómo es posible que vivamos en un mundo hambriento?, se preguntan los expertos de la FAO (Naciones Unidas) Fernando Davis y Serena Pepino en un reciente informe.

Con 670 millones de personas subalimentadas, la Agenda de los Objetivos del Milenio de “hambre cero” están a punto de fracasar.

Según estimaciones de hace pocas semanas, las personas que a escala global padecen inseguridad alimentaria aguda (con riesgo de su vida) había crecido hasta 345 millones de personas en 82 países, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Por ejemplo, en América Latina y el Caribe se incrementó en los últimos meses la inseguridad alimentaria: 60 millones de personas no disponen de alimentación suficiente para sobrevivir. Y está claro, señalan los expertos, que el hambre es la punta del iceberg bajo el que subyacen un entramado de factores presididos por la desigualdad y la pobreza que los Estados tienen que considerar en sus políticas públicas. Lo que está claro es que, con 670 millones de personas subalimentadas, la Agenda de los Objetivos del Milenio de “hambre cero” están a punto de fracasar.

Según el último estudio del antes citado Laboratorio Mundial sobre la Desigualdad, “Una cosa es segura: si las tasas de desigualdad de las últimas décadas siguen en el futuro, entonces la desigualdad global continuará incrementándose hasta niveles insoportables”.

Fuente: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/antonio-albinana/cuanta-desigualdad-es-aceptable-en-una-democracia-antonio-albinana-694180

 

Imagen de portada e interna:

Paulo Kuczynski

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